“De ese modo, lo que había
comenzado como un juego de aficionados a la política culminó como una explosión de odio contra todo lo español, una cólera violenta de hijos demasiado tiempo sumisos, un sacrificio ritual del padre histórico
español”
Carlos Rangel.
El papi
Los oscuros
meandros de Tótem y Tabú nos permiten suponer que hay algo más de lo que pasa
entre mi papá y yo que lo que yo recuerdo.
Desde que
compartimos socialmente el símbolo que significa papá, la imagen experiencial
se funde con la imagen social. El primer amanecer del homo sapiens sucedió
después de que aceptó que debía obedecer su ley.
En la medida
en que le dio la imaginación para dotarse de una religión, y suponer la
existencia de un Dios que lo miraba y lo juzgaba, los identificó en una figura
que los unía, el Faraón, el Inca, el dios hecho hombre para hacer de papá de
todos. Ese fue el principio de la historia escrita. Y del surgimiento del
Estado como símbolo del padre social encarnando la Ley. (Hay un escamoteo lógico
ahí. La identificación con la Ley
dictada por la religión, por Dios, en fin, eso, la que aceptábamos y conocíamos
todos (bueno, ehh, algunos?) con la ley que dictará este hombre que tengo en
frente que dice ser Dios y quiere mandarme como si fuera mi papá).
En la medida
en que se encarnó se complejizó, se jerarquizó, y se estratificó. [1]
Así, el amo
era el papá de sus esclavos, y si a alguno se le ocurría discutirle al papi
(recordemos que el acta fundacional del homo sapiens es desobedecer y matar al
padre), venía el ejército del papi más grande, (el faraón, el ejército romano)
y ponía orden sin olvidar los sacerdotes que recordaban a los sobrevivientes
que la ley de Dios debía ser obedecida so pena del castigo divino.
Pero entre
el amo y el esclavo estaba (dije que se estratificaba) el capataz. Mi papi era
el papi en casa, porque en el trabajo regía la ley del capataz, y ante
cualquier problema llamaba... (y así).
Esa
jerarquización, (ya lo dijo Galeano) terminaba en el fondo ´e las casa cuando
el chico pateaba al perro.
Mucho de
esta construcción de un símbolo social ha persistido hasta nuestros días.
El naufragio
de las estructuras que la sostienen ha sido llamado, creo, posmodernismo.
Es que al
mismo tiempo tambalean las instituciones del estado, tales como la justicia, el
ejército, la policía, la educación, o sea las tradicionales tácticas de control
social. Y la capacidad de control de la religión. Y su sustituto, los medios,
no resultan ni la mitad de convincentes.
Adjudiquemos
o no a Marx el mérito de haber previsto una revolución
"post-capitalista", (y probablemente sea mérito de la salomónica
tarea de los historiadores futuros la real cronología en que se están
sucediendo los hechos), lo cierto es que el núcleo del entorno laboral ha
cambiado. Desapareció la fábrica de más de diez mil obreros. Está condenada a
desaparecer la ciudad, ese invento industrial para albergar pobres en
condiciones lo más parecidas posibles a las chozas de los esclavos. El Estado
ya no necesita gastar tanto dinero en mantener los ejércitos que custodiaban a
esos obreros.
Ha
desaparecido la figura del capataz. Aquél mediador entre lo que el patrón
quería y yo. Están el remisero y el cliente. La ley ya no es impuesta, es
transada.
Y en el seno
de la familia misma, se ha desquiciado toda relación que pueda sostener el
mandato social tradicional. Es la torre de babel, cada cual hace su familia
como le parece.
La crisis
del Estado lo obliga a aceptar esa relación de fuerzas, pues desbordada la
figura del padre ya nada queda en su sitio, y esto a su vez provoca más crisis
en su seno, y a la larga lo condena a muerte.
Es que a
medida que el papá concreto, mi papá, recibe menos imposiciones por parte de la
ley, (del patrón, del capataz, del estado) menos ley representa. Su imagen se
difumina, y con ella la del Estado, la Religión , y otros fantasmas.
[1] Y evolucionó. Desde entonces hasta
ahora el complejo se ha ido haciendo más complejo y diversas instituciones se
han ido desmembrando al ritmo del sacudir de los tiempos, como la vieja
discusión entre la separación entre la iglesia y el estado y otras curiosidades
tales como "papá Perón, mamá Evita" que llegaron a manchar los libros
de texto en Argentina. Dejó de llamarse Dios, siguió siendo papá. Papá Stalin.
San Martín, el padre de la
Patria.
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