lunes, 16 de abril de 2012

La Contrarevolución


                   La Contrarrevolución



Una vez cambiada la infraestructura, vale decir, el trabajo, la producción de riqueza, comienza a cambiar la superestructura.

Al tener menos preponderancia la vigilancia social bajo cuya mirada omnipotente transcurría la vida social, que incluían a la policía, la iglesia, la escuela y el club de bochas, las personas comienzan a experimentar libertades inéditas, potenciadas por Internet.

La menor importancia de la Iglesia permite la aparición de la lucha por el aborto y el matrimonio igualitario. Algo impensable hace cincuenta años, excepto por los utópicos anarquistas de Cataluña[1], y no sé…

Desde luego que en Cuba tardó más tiempo.

La aldea global, la aparición de diálogos transversos, desjerarquizados, y como a falta de perro sólo quedaba la gata, hace a la comunid@d cumplir a la fuerza el papel de partido revolucionario. Inconsciente, pero activo, llama a las luchas contra el sistema. Su falta de entronque con las luchas obreras es algo que pareciera o debiera ser fácilmente subsanable.



El sistema es atrozmente consciente de esa relación de fuerzas, y buscará, como un paciente jugador de ajedrez, los espacios para enfrentarla.

Deja entonces luchas como la del aborto o el matrimonio igualitario, libradas a las propias fuerzas que movilice, sin apostar mayormente por el resultado.

Se concentra en cambio en privar de Internet a los indignados.

La revolución disputará al sistema la posesión de los medios de producción y de cambio. Pero el primero de esos medios que estará en la disputa es el reino de Internet, ese nuevo continente sin confines abierto a la producción de riquezas ilimitadas que le vuelve a estallar en la cara al sistema como en 1776.

Si la revolución no puede controlarse con medios nacionales, por las dudas el sistema tiene un recambio. Una nueva guerra mundial que vuelva a producir un genocidio de descontentos, elimine la población sobrante y estabilice las economías.



Las dos respuestas son inviables. La caída de Israel, inminente. Un nuevo orden mundial se avecina, pero no será el del club Bilderberg.







[1] Del ´37, o sea, más de cincuenta años.

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